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¿Estaban dementes, o eran hombres cuerdos llenos del Espíritu Santo?
Todavía queda una hora oculta y tenebrosa en los anales finales de la historia humana por venir, donde hombres de Dios tendrán que enfrentarse al poder mundano con el arma de la dignidad. Y como en tiempos del primer mártir Esteban tendrán que soportar falsas acusaciones y concilios de políticos y religiosos; sin embargo, la Luz que el Señor propagó no puede ser apagada, porque es eterna.
El único interés de Jesús es que todos los hombres sean salvos y lleguen a disfrutar las promesas de Dios. Nadie debe perderse ese regalo de Dios que El nos da en Su infinita misericordia. Esa es la naturaleza de nuestro Padre Celestial. Estamos destituidos de la gloria de Dios y por eso necesitamos que el Galileo de Nazaret nos deje entrar en su barca. En una profecía escrita siglos antes del advenimiento de Jesús, Dios nos anunciaba:
“Besad al Hijo, porque no se enoje, y perezcáis en el camino, cuando se encendiere un poco su furor. Bienaventurados todos los que en él confían”.
