«Alrededor de Rubén −licores selectos− se reunían, grupo tras grupo, extraños entes españoles, hispanoamericanos, franceses, despatriados. Benavente, príncipe entonces de aquel renacimiento, lo admiraba, franco. Ramón del Valle-Inclán lo leía, lo releía, lo citaba y o copiaría luego. Los demás, con los pintores de la hora, lo rodeaban, lo mimaban, lo querían, lo trataban como a un niño grande y extraño. Los más jóvenes, lo buscaban. Villaespesa le servía de paje y yo lo adoraba desde lejos».
Juan Ramón Jiménez
«Como poeta español, enseñó a España a los viejos maestros y a los niños, con un sentido de universalidad y de generosidad que hace falta a los poetas actuales. Enseñó a Juan Ramón Jiménez y a los hermanos Machado, y su voz fue agua y salitre en el surco del venerable idioma».
Federico García Lorca
«Rubén Darío fue un gran elefante sonoro que rompió todos los cristales de una época del idioma español para que entrara en su ámbito el aire del mundo. Y entró».
Pablo Neruda
Rubén Darío ha muerto en sus tierras de Oro,
esta nueva nos vino atravesando el mar.
Pongamos, españoles, en un severo mármol,
su nombre, flauta y lira, y una inscripción no más:
nadie esta lira pulse, si no es el mismo Apolo,
nadie esta flauta suene, si no es el mismo Pan.
Antonio Machado
Pocos podrían sostener hoy en día que no fue –que no es– el “Poeta de América”. De cualquier modo –y cualesquiera que sean sus contradicciones y ambigüedades–, hay un camino en la trayectoria de Darío que nunca podrá ser reversible, el camino de su renovación artística. Más allá de la significación anecdótica de su peripecia vital, más allá del lugar que haya ocupado en el agitado clamor social de la realidad hispanoamericana («¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?»), más allá de lo que los críticos hayan afirmado durante años, el «amor al amor y el amor a la poesía» que derrochó durante toda su vida hicieron de él, no sólo el poeta más universal de América, sino, lo que es mucho más trascendente, el poeta sin cuya obra jamás podría haberse producido la transformación que experimenta durante el siglo XX la poesía escrita en lengua castellana.
Alvaro Salvador Jofre nació en Granada en 1950, catedrático de Literatura Hispanoamericana y Española. Entre sus publicaciones de crítica destacan trabajos como Para una lectura de Nicanor Parra -Sevilla, 1975-, Rubén Darío y la moral estética -Granada, 1986-, Introducción a la literatura hispanoamericana, en colaboración con Juan Carlos Rodríguez -Madrid, 3ª ed. 2005-, la antología de poesía hispanoamericana contemporánea, La piel del jaguar -Sevilla, 2006-, y las ediciones críticas de Azul… y Cantos de vida y esperanza -Madrid, 1992-, y Prosas Profanas -Madrid, 1999-, de Rubén Darío. En 2002, recibió el premio Casa de las Américas de Ensayo por su obra El impuro amor de las ciudades -La Habana 2003 y Madrid 2007- y en 2012 publica con Nain Nomez De sur a sur. Relaciones entre la poesía chilena y la española durante la segunda mitad del siglo XX. Ha colaborado con artículos en distintas revistas especializadas españolas y extranjeras. En cuanto a obra de creación, ha publicado hasta el momento diez libros de poemas, incluidos en el volumen antológico Suena una música -Sevilla, Renacimiento, 2008-. Es autor también de varias obras teatrales, dos novelas y dos libros de aforismos. En Editorial Verbum publica Poesía completa y Prosa Selecta de Julián del Casal -Madrid, 2001-, las ediciones Poesía completa -Madrid, 2016- y Cien poemas de amor -Madrid, 2024-, de Rubén Darío.