En DÉJAME ESTAR A TUS PIES, SEÑOR, continuamos con la misma manera de trabajar: hilvanando con la misma aguja, el mismo hilo, y la misma intención: la Gloria del Corazón de Jesucristo y el deseo intenso del corazón de que sirva para saciar la sed del Señor y la de los peregrinos sedientos y extraviados que busca y buscan y buscan… y a veces no se enteran dónde está la fuente, a donde hay que dirigirse para calmar esa sed infinita de amor que nos reseca el corazón y nos lo agrieta. Vete a sus Pies, bésalos y permanece allí, tal y como dice la canción: «Déjame estar a tus Pies, Señor, para adorarte y mirarte, Señor, y –como Juan– reclinarme en tu Pecho: que tu Costado sea mi lecho».
¡¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo!!