Sin pensar en los riesgos se desplaza hasta Rusia, donde se adentrará en el frío infierno en el que tienen presa a la mujer que ama.
Soledad no cree poder resistir mucho más tiempo en ese maldito lugar en el que la retienen, y cuando está pensando en tirar la toalla o en acabar con su vida, recibe la inesperada noticia de que han llegado visitantes españoles a su gélida prisión.
Pero lo que menos se podía esperar ella es que el hombre cuyo recuerdo le ha servido para mantener la cordura hubiera ido hasta allí para salvarla de las garras de su particular demonio.