El anzuelo de fenisa

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Acerca del autor

Félix Lope de Vega (Madrid, 1562-1637). España. El que fuera llamado «Fénix de los ingenios españoles», Félix Lope de Vega Carpio, nació en Madrid a finales de 1562. Su padre, el artesano bordador Félix de Vega, y su madre, Francisca Fernández Flórez, eran, probablemente, oriundos del valle de Carriedo (Cantabria), y se trasladaron a Madrid hacia 1561. El origen humilde de Lope de Vega sería transformado por él mismo en una imaginada hidalguía; de hecho, Lope siempre fue dado a investirse con atributos que le favorecieran y nunca ocultó su abultado deseo de fama y éxito. Sea como fuera, cristiano viejo o converso, lo que sí refleja su obra es una completa y cabal asimilación de los valores imperantes en la sociedad de su tiempo. Lope estudió primero en la escuela madrileña de Vicente Espinel, por quien siempre demostró estima y admiración, y después en un colegio jesuita que, años después, se llamó colegio Imperial. Posteriormente, al parecer entre 1577 y 1581, estudió en la Universidad de Alcalá de Henares, aunque no consta que obtuviera ningún título. Es probable, también, que siguiera algunas lecciones en la Universidad de Salamanca. Tras servir, desde muy joven, al obispo de Cartagena, inquisidor general y más tarde obispo de Ávila, don Jerónimo Manrique, Lope se alista en una escuadra de navíos y, en junio de 1583, zarpa de Lisboa rumbo a la isla Terceira (Azores), donde habían de combatir al prior de Crato, aspirante al trono portugués entonces en manos españolas a través de Felipe II. Acabada su misión, Lope regresa e inicia una de sus primeras relaciones amorosas, de entre las numerosas que se le atribuyen. Se trataba de Elena Osorio (su Filis), mujer bella y cultivada, hija de un empresario y actor teatral, la cual estaba separada de su marido (un actor). Lope escribiría algunas comedias para el padre de Elena. Años después, en 1587, tras enterarse de que Elena planeaba sustituirle por un influyente personaje madrileño (Francisco Perrenot Granvela), Lope difundió unos poemas infamantes contra ella y su familia, lo que le valió un destierro judicial de Madrid, por cuatro años, y de Castilla, por dos. En mayo de 1588, Lope toma por esposa a Isabel de Urbina Alderete (su Belisa), en Madrid. Isabel pertenecía a una familia muy influyente y de linaje antiguo, y es probable que el casamiento, aunque se realizó por poderes, pasara antes por algunas dificultades y supusiera la violación de la orden judicial por parte del escritor, que tenía prohibido regresar a la capital. Tras su boda, y ante la imposibilidad de estar en Madrid con su esposa, es probable que Lope de Vega se alistara como voluntario, junto a su hermano Juan, en la Armada Invencible, a bordo del galeón San Juan. Tras el fracaso de la expedición, en la que su hermano perdió la vida, Lope estará sucesivamente en Cádiz, Toledo, donde se reúne con Isabel (violando la orden de destierro), y Valencia, donde se establece el matrimonio hacia 1589. Valencia era una de las principales ciudades españolas, y su actividad teatral era de las más notables; allí se relacionó con dramaturgos locales como Francisco Tárrega, Carlos Boyl, Gaspar Aguilar y Guillén de Castro. Su actividad como escritor de comedias pasó de ser un divertimento a una actividad profesional con la que sostenía a su familia y con la que iba ganando creciente fama y popularidad, algo, como se dijo antes, muy conscientemente buscado por el escritor. Pasados los dos años de su destierro corto, Lope se trasladó a Toledo, donde sirvió como secretario del quinto duque de Alba, don Antonio de Toledo y Beamonte, residiendo en la Corte ducal de Alba de Tormes entre 1592 y 1595. Aquella actividad cortesana le permitía seguir escribiendo a Lope, quien así lo hizo, y sin descanso. La desgracia le sobrevendría con las muertes de Isabel de Urbina (en 1594), al dar a luz a Teodora, y de las dos hijas habidas en el matrimonio. Lope escribió por entonces su novela pastoril La Arcadia. En diciembre de 1595, finalizado el plazo de prohibición, Lope regresa a Madrid. Un año después, el escritor ya había reorganizado su vida amorosa, con la viudad rica Antonia Trillo, a la que seguiría otra relación, hasta 168, con Micaela Luján (la Camila Lucinda de sus versos). Micaela fue una bella comediante, cuyo marido había marchado en 1596 al Perú, donde murió nueve años después. Con ella tuvo Lope cinco hijos naturales, entre ellos sus predilectos, Marcela (en 166) y Lope Félix (167). Pero el poeta y dramaturgo estaba ya casado con Juana de Guardo (una sencilla hija de un rico carnicero) desde 1598, con la que tuvo dos hijas y un hijo, de los que solo sobrevivió la última hija, Feliciana. Lope mantuvo dos familias que, por periodos y cada una por su lado, cambiaban cada tanto de residencia, entre Madrid, Toledo y Sevilla. La prolijidad de su vida sentimental tuvo reflejo en su producción como escritor. Son casi 5 obras las que se conocen de Lope de Vega, y se estiman en más de mil las que debió escribir; hasta el año 16, muchas de sus obras habían sido publicadas sin su intervención, pero, a partir de esa fecha, él mismo promovió las publicaciones. Lope fue secretario del conde de Lemos hasta 16, y en 165 (año de la muerte de su hermana Isabel), traba amistad con don Luis Fernández de Córdoba y de Aragón, duque de Sessa, con el que mantendrá a lo largo ya de toda su vida una peculiar vinculación, como secretario, confidente y alcahuete. Hacia 168, la relación con Micaela se ha desvanecido y, dos años después, Lope se traslada con su familia legítima definitivamente a Madrid, donde compra una casa en la calle Francos (la actual, calle Cervantes), su última residencia estable y donde escribirá sus obras más densas. Al mismo tiempo, Lope parece centrarse en una vida en apariencia más pía, adscribiéndose a ciertos círculos religiosos. Luego sobreviene la muerte de su hijo Carlos Félix (1612) y de su mujer Juana (1613), y el sentimiento de recogimiento parece acentuarse en Lope, quien, el 24 de mayo de 1614, decide ordenarse sacerdote. Fruto de esta conversión del ánimo y el espíritu, escribe sus Rimas sacras. Muy pronto obtiene beneficios eclesiásticos y transita por las órdenes y foros religiosos. Pero, para el vital y arrebatado Lope, esta nueva vida de reflexivo arrepentimiento no duró mucho, ya que, además de su relación con una comediante durante un viaje a Valencia, en 1616, Lope inicia el último gran amor de su vida con otra bella mujer casada, Marta de Nevares (su Amarilis o su Marcia Leonarda), de veintiséis años de edad y de aficiones artísticas. Lope había pasado de ser licencioso y liberal a ser sacrílego, lo cual no tardó en divulgarse por Madrid, pero la influencia de esta culta mujer tuvo al parecer un efecto beneficioso en su carrera literaria, ya que ella le animaba a escribir e incluso a innovar. Fruto de ello son las cuatro novelas italianizantes que conforman La Filomena (1621) y La Circe (1624). El marido de Marta murió en 1617, con lo que se disipó el problema de los celos y requerimientos legales que aquél había promovido debido a las habladurías que insinuaban que su hija Antonia Clara, nacida en 1917, era en realidad hija de Lope. En 162, su hijo Lope ingresó en el Ejército, y, un año después, su hija Marcela (de Lucinda) se hizo monja de las trinitarias descalzas. Por esas fechas, Marta de Nevares pierde la vista, lo que causará gran pesar en Lope. Pero sus penas y su desesperación debieron aumentar cuando, en 1926, Marta comenzó a tener ataques de locura, llegando Lope a una honda depresión, hacia 1632, tras la muerte de ésta, después de haber tenido una breve recuperación de la razón. No obstante, la rabia y el dolor que debieron invadir a Lope desde 1926 quizá le sirvieron de estímulo para escribir, si cabe, a un ritmo mayor. Sus obras fueron adoptando un tono de amargura del todo comprensible, que se agravó tras la muerte de su hijo Lope Félix, en 1634 (en un naufragio), y la fuga de su hija Antonia Clara con un tal Cristóbal Tenorio. Sin embargo, junto a obras más dolientes, Lope continúa dando a la escena nuevas comedias y publicando rimas de gran carga humorística, quizá algunas de las cuales eran reescrituras de textos anteriores. De hecho, Lope escribió sin cesar hasta casi el día de su muerte, acontecida en su casa de Madrid, el 27 de agosto de 1637. La biografía de Lope debió ser mucho más rocambolesca de lo que se puede saber hoy. También sus afinidades amorosas debieron ser muchas más que las conocidas, y quizá tampoco fue tan enemigo como se cree de algunos escritores: cierto que Góngora lo deploró por poco culto y rústico, y ahí quedan sus textos para dar fe, pero la tan divulgada pugna con Cervantes debió tener sus más y sus menos, ya que éste le dedicó, al final de su vida, algunos elogios en los prólogos de sus comedias («monstruo de la naturaleza») y Lope escribió de Cervantes que «no [le] faltó gracia ni estilo». Asimismo, su arte parece haber sido producido, como el de Shakespeare, con un pie en las premuras de la practicidad, el sustento y el hambre de fama, y el otro en el del incansable quehacer literario. (Este símil se ha de matizar aludiendo a los muy diferentes recorridos que iniciarán por entonces España e Inglaterra; mientras la primera se dirige a su crisis imperial, la otra va hacia su gloria nacional y expansionista, favorecida, en parte, por las adquisiciones de tesoros y bienes gracias a corsarios como John Hawkins, Francis Drake y Walter Raleigh, protegidos por la Corona inglesa desde 156.) En cualquier caso, la extensísima y, a menudo, atropellada obra de Lope responde sin duda a un talante ambicioso y temperamental, lleno de las luces y las sombras que marcan ya el sentir plenamente barroco posterior.

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