El dolor cultural y sufrimiento se nos hace presente tomando forma en las desigualdades, las ansias de poder y el apego a los fundamentalismos. Sin embargo, se vislumbra en el horizonte una mayor conciencia de un vivir y convivir en un relacionarse desde la simpleza de lo natural, cuidándonos los unos a los otros, distinguiendo la importancia de la austeridad como un valor deseable.
Hoy somos conscientes de lo que queremos y no queremos vivir en esta
cultura. No deseamos seguir actuando como si creyésemos que los conflictos se resuelven con guerras, como si el cambio climático fuese producto de una catástrofe natural y no del modo de vivir que producimos con el crecimiento exponencial de la población, o haciendo caso omiso a la generación de adicciones al éxito y al dinero.