Los siete locos

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Los Siete Locos

La primera parte del díptico que Arlt completará en 1931 con Los lanzallamas, relata como Remo Erdosain, un modesto estafador sin ánimo de lucro, se une a una sociedad secreta dirigida por El Astrólogo y en la que participan El Rufián Melancólico y El hombre que vio a la Partera, entre otros, la cual pretende promover una revolución científica, sangrienta y definitiva financiada por una cadena de burdeles y rodeada de una importante red de instituciones ácratas —aunque basadas en la obediencia— planteando la creación, entre otras cosas, delmisticismo industrial: «Es tan bello ser jefe de un alto horno como hermoso antes descubrir un continente».

Arlt parte de la premisa del caos sin sentido ni solución en el mundo actual, por lo que sus personajes viajan entre la ideología y el disparate a un horizonte donde es casi imposible de encontrar un sentido a la vida, amargamente caracterizada por el vacío de ideales y esperanza: «Yo lo acompaño de aburrido que estoy. Ya que la vida no tiene ningún sentido, es igual seguir cualquier corriente».

Cada uno de los personajes vive encerrado en su propia cárcel, adosados a la conciencia del fracaso pero con una expectativa de salvación que sólo puede llegar por medio de «un acontecimiento extraordinario», fruto de una idea genial o un golpe de fortuna, que los mismos personajes consideran remoto. Erdosain, consciente de ser «un inventor fracasado y un delincuente al margen de la cárcel», dispone de momentos de angustia y contradicciones intelectuales que pasan por el masoquismo, la aceptación de la locura de todos o la aceptación existencial de una vida sin sentido. Sus actos no le facilitan un especial sentimiento de culpabilidad ni tampoco de satisfacción. Por supuesto, en el universo de Arlt no proliferan los términos medios o la violencia y la dejadez extrema son sus hábitos. En uno de esos bordes, nos podemos encontrar con algún planteamiento similar a lo que años más tarde se llamó existencialismo, a través de la definición de Jean Paul Sartre: «Nacemos, vivimos, morimos, sin que por ello dejen las estrellas de moverse y las hormigas de trabajar».

También se corresponde a veces con una obra sociológica, donde hay lugar para tratar la crueldad del capitalismo, la inmoralidad sexual, la mentira y los abusos, pero sin tomar decididamente un partido, ya que el individualismo y la ironía suelen doblegar a lo social en los planteamientos arltianos: «Conocí a un hombre admirable —dice Erdosain— que está firmemente convencido de que la mentira es la base de la felicidad humana y me he decidido a secundarlo en todo».

Como sucede en toda la obra de Arlt, su posición ideológica no se clarifica y todos los estamentos sufrirán el desprecio de sus personajes, intercalando rabia y sarcasmo en situaciones imposibles de imaginar sino es a través de la parodia o el absurdo: «Ah, y a ver si puede averiguar qué diablo es el gas mostaza. Destruye cualquier substancia que no esté protegida por un impermeable empapado en aceite».

La solución que busca Arlt ante el descalabro social en el que se ve rodeado es por tanto, metafísica (sentimental o espiritual), a imagen quizás de los escritores españoles de la generación del 98 ante unas circunstancias en cierta forma parecidas. Sus personajes sufren un extraño desdoblamiento propio más bien del folletín que abarca desde la angustia metafísica a la refutación del sentimentalismo con dibujos cruelmente expresionistas.

Añade Arlt a esta mezcla inverosímil de elementos una fantasía lúcida en la que se intercala un juego irónico de múltiples interpretaciones.

 Luis Miguel Madrid 

Valoraciones y reseñas

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Roberto,A, U jujuy querido
22 de noviembre de 2019
Uno de mis escritores favorito. Y este libro....es genial!!
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aldo david ledesma
28 de noviembre de 2019
Está re bueno
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Maria marta Pinto
28 de octubre de 2019
Muy bueno
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Acerca del autor

 (Buenos Aires, 1900 - 1942) Escritor y periodista argentino, una de las figuras más singulares de la literatura rioplatense. Autodidacta, lector de Nietzsche y de la gran narrativa rusa (Dostoievski, Gorki) y vinculado a principios de la década del veinte con el progresista y didáctico Grupo de Boedo, se le considera el introductor de la novela moderna en su país, aunque su reconocimiento no le llegó hasta los años cincuenta.

El Grupo de Boedo tomó su nombre de una calle de los suburbios proletarios de Buenos Aires. En oposición a las tendencias estéticas más formales del Grupo de la Florida, en el cual desempeñaron un papel determinante primero Ricardo Güiraldes y después Jorge Luis Borges, el Grupo de Boedo constituía una corriente literaria comprometida en la crítica de la sociedad, siendo decisiva para su concepción artística la influencia de Dostoievski, tanto en la elección de los temas como en la visión del mundo, sobre todo en la concepción del destino del hombre.

Roberto Arlt se crió en una humilde familia de inmigrantes: su padre era alemán y su madre, una triestina imaginativa y sensible, le recitaba versos de Dante y de Torquato Tasso. Abandonó su hogar cuando era un adolescente a causas de disputas con su padre. Hizo estudios elementales, pero frecuentó las bibliotecas de barrio, donde se inició desordenadamente en la lectura de R. Kipling, E. Salgari, J. Verne, R. L. Stevenson y J. Conrad, entre otros, a la vez que desempeñaba diversos oficios: dependiente de librería, aprendiz de hojalatero, mecánico y vendedor de artículos varios.

Ya casado se trasladó a Córdoba, pero el fracaso en su intento de mejorar la situación económica le obligó a regresar con su familia a Buenos Aires: traía consigo el manuscrito de El juguete rabioso. En la capital trabajó como periodista e inventor. En la Revista Popular publicó su primer cuento, Jehová, al que le siguió un ensayo,Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires. Luego colaboró en Patria, periódico nacionalista de derechas, pero dos años después pasó a publicaciones de signo opuesto como Extrema Izquierda y Última Hora. Tras varios intentos logró publicar en la revista Proa dos capítulos de su novela El juguete rabioso (1926), que llegaría a considerarse un hito en la literatura argentina.

El periodismo fue, para Arlt, el medio principal de subsistencia. En 1927 ya era cronista policial en Crítica y un año después pasó a ser redactor del diario El Mundo. Allí aparecieron sus cuentos El jorobadito y Pequeños propietarios. Su columnaAguafuertes porteñas (1933), en la que arrojaba una mirada incisiva sobre la ciudad y sus habitantes, le dio gran popularidad: eran textos llenos de ironía y mordacidad, retratos de tipos y caracteres propios de la sociedad porteña. Dio a conocer artículos, cuentos y adelantos de novelas desde las páginas de las revistas Claridad, El Hogar, Azul y Bandera Roja. Resultado de su labor como corresponsal en Europa y África son Aguafuertes españolas (1936) y El criador de gorilas (1941), cuentos de tema "oriental".

Para muchos su obra más acabada es Los siete locos (1929), una inquietante novela sobre la impotencia del hombre frente a la sociedad que lo oprime y lo condena a traicionar sus ideales. La novelística de Arlt incluye también Los lanzallamas (1931) y El amor brujo (1932). La colección de cuentos El jorobadito(1933) reitera la temática de sus novelas: la angustia, la humillación y la hipocresía de la sociedad burguesa.

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