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Recuerdo con mucho cariño la primera vez que leí Platero y yo y recuerdo aquella edición que todos compramos en el colegio, con los lomos azules desgatados e ilustraciones en blanco y negro. Para mi fue descubrir un mundo de belleza y sensibilidad. Lo mejor es que ahora tengo la oportunidad de acercarme a Platero con otra mirada, encontrar nuevos matices de la obra e incluso recuperar al niño que era cuando la leí.
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Comentario editorial: Ternura, emoción y sutileza impregnan cada página de este libro de estampas, que recrea, a modo de diario intemporal no autobiográfico, las impresiones, la visión lírica, el estro sensible surgidos entre un poeta y su confidente el burrillo Platero, al que hace protagonista literario –el otro 'yo'– de su universo interior. Juan Ramón Jiménez, escritor de pincel, mezcla en su paleta los colores del recuerdo, donde la realidad es mínima parte de las sensaciones, ingrávidas, gozosas, que sostienen la arquitectura de los sentimientos, y los dispone, en maravillosas tonalidades, sobre el lienzo de la existencia, vivida, soñada o recreada. No es, tal vez sí, un libro para niños, un conjunto de escenas evocadoras, dulces o trágicas, sino la representación de la vida que hay detrás de las cosas, el mundo sólo accesible a la poesía y al espíritu, el mejor antídoto contra la edad que vuela sobre el tiempo todo. Esta edición de 'Platero y yo' contiene, además, dos complementos y cuatro apéndices, uno de ellos nuevo, convirtiéndose en la más completa hasta ahora publicada, junto a 150 ilustraciones que acompañan a cada capítulo, originales de Juan José Antequera Luengo.
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Es escuchar el nombre de Platero... ¡y volver a la infancia!... al mundo de la ternura y la inocencia... Leer Platero (o releerlo de nuevo), es una terapia espiritual contra el estrés, el egoísmo y la decadencia que nos invade en este inicio de siglo tan deshumanizado y vulnerable. Somos frágiles, y Juan Ramón Jiménez nos los recuerda en estas líneas: aun siendo buenos, el mundo siempre será cruel con nosotros y creeremos que perecer puede que sea, al fin, la última salida; pero entonces miramos a los ojos de Platero, este nos devuelve una mirada suave y esponjosa, y te imaginas que el mundo se convierte en una nube donde todo es dulzura y esperanza. De niña amé, reí, lloré y sentí con Platero... todos los niños de hoy en día deberían poder emocionarse con él como yo lo hice entonces... ¡mi querido y entrañable Platero... siempre velando los sueños de mi infancia...!