La memoria tiene sus matices, sus vaivenes, sus luces y sombras. En esa intermitencia –entre olvidos y recuerdos– conformamos nuestra identidad individual, social e histórica, porque después de todo, somos nuestra memoria. Esa idea subyace a la constelación de textos presentes en este libro, uniendo diferentes temas como un hilo conductor, sin prescindir de cierta renovación permanente que instala al lector en un lugar activo: el lugar de quien piensa y establece relaciones. Con un lenguaje sencillo y agradable, y al mismo tiempo con lucidez y agudeza, Iván Izquierdo nos acerca sus reflexiones con una idea clara: “No espero, y en verdad no deseo, desencadenar el mimetismo de que alguien decida pensar igual que yo”, pero “habrá sin duda numerosos puntos de contacto entre lo que yo digo aquí y lo que piensa cada uno de los lectores. A esos puntos me dirijo, y a cada uno de ellos lo celebro”.
Se celebra, entonces, la diversidad y la comunión de pensamiento. Un pensamiento que incluye cuestiones cotidianas, aspectos propios de la ciencia, temas existenciales, y material relativo a la política, la historia o la actividad literaria. Un pensamiento sensible, en definitiva, acerca de lo que recordamos, lo que olvidamos, lo que somos y lo que pretendemos ser.