En cualquier caso, esa presencia feminizada abarca, desde la nostalgia, la reflexión del poeta. Siendo el amanecer –no olvidemos los títulos de las dos partes– el momento del inicio del día, de la vida que renace, la voz del poeta, sin embargo, no parece abrir el horizonte. Quizás porque, como él afirma, “no se es poeta por voluntad divina, sino por voluntad humana”, y en su voluntad la metáfora del amor va más allá del amor romántico.
[…] Me preguntaba al principio de mi lectura qué iba a encontrar en estos versos, si iba o no a seguir la pista del intelectual, del escritor tan leído, escuchado y compartido. Ha sido éste un trabajo emocionante como lo es descubrir una perspectiva diferente de la misma imagen. ¿Basta rimar, como él dice, amor con dolor, para ser poeta? Seguramente, no. Pero, en cualquier caso, el poemario rezuma amor: amor hacia una mujer (¿o algo más?), pasión, fuegos y rescoldos de lo que fue y nunca volverá a ser.
Y aquí es donde, a veces, el lector descubre el grito de la amargura y la rabia incontenida que caracteriza no la búsqueda, sino la consciencia de este escritor. Bienvenido sea al mundo del Parnaso."
Inmaculada Díaz Narbona (del prólogo)